Sunday, July 31, 2011
JORGE MELAZZA MUTTONI (1921-1995)
BOCA JUNIORS
Lo levantaron en la popular
con una gamba averiada de un planazo;
llevaba la bandera azul y oro
-roña y todo-
arrollada al matambre.
(A veces se da mala
y no podes joder a los botones).
La pucha que le era extraño el calabozo.
Un frío de miseria
se le colaba entre los lompas,
y le llegaba casi hasta la sangre
de Boca Juniors.
A los diez días lo piantó el comisario
Podrido de verlo tomando mate con el cabo.
Salió despacio y chueco,
mugre pero macho,
arrastrando, como un poncho,
la azul y oro
que le había servido para el apoliyo.
Y te aseguro, ñata,
que al domingo siguiente
estaba de nuevo en los tablones
con la gamba entablillada,
y una muleta rasca,
gritando como nunca:
Dale Boca.
CARTON Y LATA
Clavada en el suburbio, hecha cartón y lata
abre Villa Miseria su tarde de arpillera
y algún sucio purrete de esa vida fulera
está buscando un angel prendido al barrilete.
Por mistonga y barata la ciudad la abandona
con su mate lavado, su pena y su malvón,
pero Villa Miseria, tan rante y pobretona,
se lleva entre su barro a nuestro corazón
Viene desde sus calles esa gente gastada
con mucho de laburo, miseria y popular;
la encuentran esperando la intensa madrugada
silbando el viejo tango que los hace llorar.
Mujeres con tristeza, sin rouge y sin mañana
con hombres silenciosos por tutear a la muerte.
Villa Miseria sueña vestirse de bacana
si Dios chapa algún día el naipe de la suerte.
MIL NOVECIENTOS TREINTA
Corrientes angosta,
la madrugada estrecha:
los giles,
el escabio,
la merza.
El bondi se rajaba entre
los nueve puntos,
verde y gallego,
y en cada esquina
chamullaba
el bandone?n de Pacho.
Long Chaney te bat?a su
cara de orre
sobre la campanilla del
cine
mas bac?n o mas rasca,
y Botana le gritaba su
sexta a la gilada.
?Oh Dioses de Cherrito,
cabecita de oro
y “pantalonazo” Natalio
Perinetti!
Congreve y Cocles sacud?an
la perrera
con “el pulpo” hecho un pibe,
?por donde caminas Nicol?s
Olivari?
Pobre Rega Molina tan zotipe y
tan tierno,
y el malevo Muñoz puteando
en un mateo
cuando Jorge Luis Borges era
menos bac?n
y mas taita.
Yo no se por que
1930
te llevo metido hasta los
caracuses.
Ser? porque tambi?n alg?n
d?a fui pibe
y me apunte una mina
sin saber que era yiro
De bronca o de nostalgia,
te juro, hermano,
me voy a parar, tordillo y todo,
en la esquina mas disquera
de esta Corrientes fanfa;
y cerrando los ojos
al primer poligriyo,
endomingado y fulero,
le voy a batir
como en 1930:
Chau Gardel
POETA ENVEJEDIDO
La noche lo fatiga. Y el deschave
de encontrarse fulero y amargado
toca su corazón del otro lado
(ése que no se ve, pero se sabe).
Inútil su chamuyo. Todo cabe
en su vieja vejez. Está parado
detrás de un Buenos Aires ignorado,
y es un enfermo que se siente grave.
Lo llevan y lo traen mansamente
con algún gil para contar su gloria.
Pero al final se irá de la memoria
como se va en el subte alguna gente.
Y habrá crecido pelotudamente
como una mina que no tuvo historia.
FANTASMA
Mañana, amiga
–cuando el tiempo apriete–,
yo quedaré con vos
como un fantasma
de esos que nos frecuentan
y nos aman,
de esos que nos invaden dulcemente.
Viviré
–lo entendés–,
con esa angustia
que me empaña los ojos
como el tango.
Estaré en los rincones
de tu casa
–esos que se acomodan como perros fieles–,
en esas horas
en que nada pasa
y te encontrás perdida entre los muebles.
De noche creceré
junto a tu sueño
como un amigo servicial y escaso,
y así sabré si bailas,
cuando bailas
con el talle rodeado por mi brazo.
Te buscaré, seguro,
de improviso,
cuando el domingo muera
como un pájaro
y estaré junto al pan del mediodía
o en el espejo gris de tu nostalgia.
Seré un fantasma
particular y quieto;
ocuparé un lugar
donde tú vayas
y creceré con vos.
(Al fin y al cabo,
será una forma extraña
de renacer
como una vieja planta.)
HOMBRE
Como un animal
estúpido y cansado
caigo en la cama,
en esta noche
entre abril y mayo,
solemnemente angustiado
por el oficio de hombre.
¿Qué llega en esta sangre
notarial y difusa?
¿El abuelo carpintero?
¿la savia rosada de mis primeros años?
¿los trasnochados paños de billares
de la juventud?
¿acaso mi madre
o las facultades con olor a papel viejo
y a palomas?
Tal vez –nada de eso–,
tal vez un antepasado homesexual,
un mago, un conocido al que le falta un diente,
alguna calle con nombres olvidados
o sólo tú.
Entonces debemos olvidar,
dejarnos llevar por el sueño
como a un viejo prostíbulo.
PERÓN
Soy metalúrgico.
Llevo el año 30 deshojado
como una rosa
sobre mi camiseta.
Eran mis tiempos
hechos de machetazos y de olvido,
cuando entre bulones y nostalgia,
apenas sí comíamos
–y una vez por día–
aquella sopa amarga de la huelga.
Yo soy aquel que vos no conociste
rodeado de fulanos familiares,
soy aquel que viaja en colectivo
cuando la madrugada
aprieta entre los dedos
un dulce sueño fraternal y escaso.
Yo sólo tengo tu foto autografiada
con una letra que ni sé si es tuya,
sobre la cabecera de mi cama.
Yo siempre te voté, no quiero nada;
siempre viví tan triste
como siempre;
y mi camisa fue como cualquier camisa,
cuando desde el balcón me saludabas
rodeado de traidores y bacanes.
Mirá:
si todavía digo Evita
como si recitara el Padrenuestro.
Te espero como el tango
–solo y viejo–
y no sé qué pensar:
si vos viviste
o creciste, tal vez,
como los sueños.
FUSILAMIENTO DE DORREGO
La tarde tiembla como una yegua en celo.
llega, desde la pampa,
un viejo olor a indio, a cardo o a guitarra.
Hay unas nubes remendadas y sucias
y una siesta de polvo y abejorro,
allá en Navarro.
Las lanzas han caído sobre dulces pellones, en recados,
con sus moharras, sus agarraderas
desoladas de mugre
y la seria muerte
del filo contrafilo y punta.
Gente con barba y cicatrices
matea o guitarrea.
El truco se prende, mano a mano,
con su conversada guiñada de as de bastos;
y el campamento: Dorrego, Lavalle,
el pendenciero gringo Rauch,
todos esperan la historia
sin una reverencia,
que es lo que cuadra,
entre machos que se precien.
En fin.
La muerte esta a dos cuartas de don Manuel Dorrego.
Viene, inusitada y bárbara,
a despenarlo en su catre.
Él sabe que se acaba.
Se toca, por última vez,
los botones dorados de su guerrera;
la bota le aprieta,
le ofende esa gamba dura de jinete.
Desde adentro, la barba viene rempujando
y hace más antigua su mejilla;
descubre, entonces, sus pequeñas circunstancias;
verá, por última vez, su uña crecida
y su nudillo, su abdomen de prócer,
su saliva completamente innecesaria,
su incomprensible gesto de gobernador moribundo.
Ya lo vienen a buscar.
Esa partida, con el sargento retobado y correntino
que no lo mira a los ojos,
lo lleva arrastrando los pies, la tarde y lo que cuadre.
Ahora está temblando contra las cortaderas,
está pensando cómo será el dolor de una muerte a bala.
La venda ha quedado inútil
en la mano sucia de un soldado.
Él quiere repasar su eternidad.
Ha parado el truco,
se escucha un teru- teru,
respira por la boca
como gritando el aire de la pampa,
y queda allí
tirado
dulcemente
Manuel Dorrego,
con las piernas encogidas
como si estuviera naciendo.
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