Sunday, January 22, 2012
HÉCTOR NEGRO (1934)
A Osvaldo Avena
Maestro de la viola prodigiosa
curtida en la milonga payadora,
guitarra donde vuelven afanosas,
tus manos, que en sus cuerdas se demoran.
Palermo fue tu origen, la partida
hacia los rumbos donde te largaste,
seis cuerdas custodiaron la guarida
del hueco musical que alucinaste.
Soltando tu ritual pajarería;
milongas, tangos nuevos y esa plena
jugada y remosada melodía,
volcaste tu temblor y tu alegría
eterna de crear, mi viejo Avena,
lo tuyo es otra forma de poesía.
Alfredo Arnold
Cuántas veces pensé en tu cuna, fuelle,
dónde te hizo el alemán Alfredo Arnold.
¿Qué viento extraño te trajo hasta este suelo?
¿Quién puso tu ancla doble A bajo este cielo?
El milagro del tango te esperaba,
como un sueño que en el fango se amasó,
y de ese barro su duende te llamaba
y te encontraste con el tango, bandoneón.
Fuelle,
que abrigaste en tus arrugas
el secreto de ese tango
que respira en tu jadeo.
Fuelle,
tu sonido fue el lenguaje
que aprendiste sin palabras.
Fue la voz del barrio aquel,
de la vieja y del dolor,
de la gente que penaba.
Fue el temblor de un beso puro,
fue el silbido sin apuro,
sigue siendo nuestra voz.
Cuántas veces canté a tu arrullo, fuelle,
y en tu son cantó la vida que se dio.
¿Cómo supiste subir del charco al cielo,
cómo llenaste de música tu vuelo?
Buenos Aires acaso te esperaba,
desde el día que algún loco la inventó,
y tu sonido era el sol que le faltaba
y tu pulmón era su entraña, bandoneón.
Andar de a pie
Me gusta caminar
andar de a pie por mi ciudad.
Con pasos libres de elegir
con quien reír, con quien cantar.
Mirar las cosas al trasluz
del corazón y detener
con la mirada, la ansiedad
para gozar sabiendo ver.
No desdeñar ningún camino
donde se pueda presentir
que hay un paisaje por abrir,
algún milagro en qué creer,
una verdad por descubrir,
andando así: de a pie...
Trepar por las ventanas con la misma sensación
de ser la enredadera que se asoma en el balcón.
Llegar adonde el cielo mezcla un vuelo con el sol,
donde aletean sueños con relámpagos de alcohol.
Desnudar vidrieras
con la fiebre entera.
Tener facha de títere con alma de gorrión,
para volar junto al cordón,
pero de a pie.
Me gusta caminar,
andar de a pie por mi ciudad.
Y darme cuenta porque sí,
con un bastón rubio de pan.
Cruzar semáforos de a cien,
con una luz en el ojal,
para guiñar como un cartel,
enternecer y encandilar
Ser peatón cabal, sin peros.
Y atravesar tanto trajín
con la alegría de beber
todo el color, mirar, seguir,
sentir la piel de cada ser
y caminar, así.
Aquella Reina del Plata
Vos sos del tiempo de la Reina del Plata.
Del Buenos Aires que nos contaron mal.
Cuando en el barrio crecía Milonguita
y ya empinaba su luz la gran ciudad.
En el suburbio temblaban las guitarras.
Julio de Caro tallaba en el violín.
Tangos de Bardi bajaban de las parras.
Bailes de patio que suenan hasta aquí.
Reina del Plata
se ponía los largos.
Y la copaba
un morocho cantor.
Los que tenían
seguían pelechando.
Los pobres diablos
mordían el rigor.
Reina del Plata.
Mandaba don Marcelo.
Y había cielos
de higuera y corralón.
Inflaba el trigo
la luz de su desvelo.
Y un toro triste
lamía su esplendor.
Vos sos de aquellos muchachos de la "Guardia".
Mezcla de estaño, empedrado y berretín.
Que se jugaron la suerte a una baraja
y amaron dulces muchachas que no vi.
Vos sos del tiempo de la Reina del Plata.
Del Buenos Aires que alguno me contó.
Cuando se hacía el amor con serenatas.
Y se yugaba como se yuga hoy.
Vos sos del tiempo de la Reina del Plata.
Del Buenos Aires que alguno me contó...
Bien de abajo
Yo soy bien de abajo y anduve a los tumbos
cuerpeando la mala y al fin le gané.
Me pesó en el lomo conservar el rumbo.
Me costó mis golpes, pero no aflojé.
Peleé por la luz que quisieron robarme
y si perdí cosas, salvé lo mejor.
Hoy tengo el orgullo de no doblegarme.
De saber que nadie me vende un buzón.
Por eso mi tango nació retobado.
Porque me he cansado de ver aguantar.
Cuando creo en alguien, me pongo a su lado.
Y si estoy jugado no me vuelvo atrás.
Y si es que mi vida
la vivo a los saltos,
tengo tanto asfalto,
que caigo "parao".
Soy sangre rebelde, muchacho de abajo.
Yo creo en mis brazos, en lo que ellos dan.
Y del lado izquierdo me caigo a pedazos,
cuando unos ojazos me miran de más.
Mi barrio y mi gente escuchan mi credo
que a los barquinazos aprendí a cantar.
Como un canto arisco, donde el sol que muerdo
calienta mis labios para protestar.
Buenos Aires vos y yo
Sé que te trajo Buenos Aires nuevamente,
que no pudiste olvidar así nomás
ni tus recuerdos, ni tu esquina, ni tu gente
ni aquellos besos que te di por Parque Chas.
¡Qué ganas locas de mostrarte el barrio nuevo
al que lejano le buscabas el color!
El mismo cielo que en las manos hoy te llevo
ya no es el mismo que mojaste con tu adiós.
Y te prometo que muy juntos andaremos
en cada cosa que la infancia iluminó.
Porque hoy regresas y tu vuelta cantaremos
los tres como antes: Buenos Aires, vos y yo.
Te mostraré la misma calle que dejaste,
esa pared donde pintaste el corazón.
Y aquella estrella que una noche descolgaste
la buscaremos con la luz de nuestro sol.
Donde la piedra junto al río se hace vuelo,
la Costanera nos verá, canción de dos.
Y en esa Boca de cansancio y Riachuelo
nos quedaremos, con un beso, en un rincón.
Qué importará tanta nostalgia en tu pañuelo,
tanta neblina que en el tiempo se quemó.
Hoy tu vuelta y nosotros cantaremos
los tres como antes: Buenos Aires, vos y yo.
Compre, señor, compre
Su casa, señor, está llena de todo...
La usina trabaja, feliz, para usted.
Enchufa su vida y encuentra ese modo
de tenerlo todo, sin tenerse usted.
Su vida, señor, está falta de mucho.
Y nadie le acierta su necesidad.
Le han vendido tanto, que a veces lo escucho
hablar de lo mucho que le hacen comprar.
Le ofrecen un río de whisky y un cielo
con bellas muchachas que lo han de mimar.
Veloces aviones le inventan el vuelo
y usted sube y baja, pero sin volar.
Le muestran la forma de tener prestigio,
comprando la marca que repiten más.
Y usted se desvela por el sacrificio
que impone el "camelo" de su bienestar.
Yo vengo a venderle, señor, este canto.
Así como suena, sin publicidad...
Y usted tiene dudas, porque compró tanto
que al fin se pregunta... ¿para qué cantar?...
Le traigo, señor, esta música mía.
Le pido tan solo que sepa soñar.
Y tal vez con ella, de pronto sonría.
Y tal vez, conmigo, se ponga a cantar.
Le ofrezco el color de una gran primavera.
Un gesto celeste que lo ayude a andar.
Un sol generoso, una risa entera
y el simple secreto de saberse dar.
Le ofrezco una luz que no tiene vidrieras,
ni "jingles", ni "cortos" de televisión.
Le ofrezco una nueva y hermosa manera
de vivir la vida y de ser mejor...
Con una milonga de estas
Con una milonga de estas
la mañana se me limpia.
Salgo a pelearle a la suerte,
y me llevo una caricia,
sintiendo que me hago fuerte
si aprieto una mano amiga.
Y aunque me espera el cansancio,
la tristeza o la rutina,
siento, al cruzar cada esquina,
como mi canto protesta,
cuando voy pensando cosas
con una milonga de estas.
Con una milonga de estas
vendré cantando el regreso.
Buscaré la estrella nueva
que tiembla sobre mi pecho,
y le daré mi moneda
de milonga como un beso.
Y cuando sobren preguntas
porque algo falta en la mesa,
tendremos siempre tibieza
para buscar la respuesta,
y un día la encontraremos
con una milonga de estas.
Cuando uno canta
Uno se da cuenta que no tiene llanto
y se brinda en canto para no llorar.
Y el color del cielo lo provoca tanto,
que con ese canto lo quiere alcanzar.
Uno se ve uno, ve al mundo que pasa.
Y por más que abraza, los otros no están.
Porque cada uno se quema en su brasa
y acaso cantando los ha de encontrar.
Uno sabe que cantando es más que uno.
Y cantando quiere saber lo que no fue.
Y en el canto está el misterio que a ninguno
le parece que es ajeno y sabe bien.
Y cantar es un abrazo, un vuelo, un sueño
que se mete en el temblor de los demás.
Y cantando por la vida somos dueños
de esas ganas que tenemos de ser más.
Uno tiene miedos, rencores, tristezas.
Tiene una tibieza que le cuesta dar.
Si es que cree mucho, por creer tropieza.
Si no cree en nada, no sabe esperar.
Uno es un milagro de cosas que empiezan.
Un candor lejano, un fuego que está.
Una chispa suelta que al barro regresa.
Una voz que reza, que canta y se va.
De Buenos Aires morena
Viento que viene del Sur,
fue su ardor de muchacha.
Polen moreno en su piel
y en su voz, la fragancia.
Trajo el aroma feliz
de la flor de su patio.
Ganas de darse y vivir
desvelaban sus manos.
Sé que el poeta la amó
y la puso en su canto.
Y que su canto lloró
cuando la vio partir.
De Buenos Aires morena...
ojos de llama y milagro.
Fraguas de besos que entregan
sus labios quemando...
Cuando regresa hacia el Sur,
ni los besos le alcanzan.
Relampaguea de amor
y el adiós la desangra.
Hay que robarla del Sur
y a la vida llevarla.
Darle a la noche la luz
de su risa robada.
Sé que el poeta tembló
cuando pudo encontrarla.
Ella a sus brazos volvió
por caminos del Sur.
De Buenos Aires morena...
Hay que robarla cantando.
Pájaros ebrios y estrellas
la vienen llamando.
Y las cigarras del viento
le cuelgan su canto.
Desde el tablón
Llené mi pecho con el aire del potrero.
Le di a la mala con la leña del tablón.
Y fue mi canto un estribillo futbolero.
El primer canto que grité de corazón.
No tuve nunca quien me diera mejor fiesta
que los domingos esperados como el sol.
Y este delirio de seguir mi camiseta
y la alegría reventando cada gol.
Si mi mejor juguete
fue redondo.
Y mano a mano,
nadie pudo más,
porque al final de cuentas sólo tuve
esa posible forma de ganar.
Mi infancia caminó por aquel cielo,
por tanto barro que debió esquivar.
Y todos los domingos vuelvo y vuelvo,
por el desquite que la vida no me da.
Yo vi los goles que se cuentan a los nietos
y las pifiadas que dan ganas de olvidar.
Rompí el carnet cuarenta veces, eso es cierto,
pero por eso no me han visto desertar.
Porque tuve berretines goleadores
y de este lado del alambre los colgué.
En cada grito voy soltando los mejores
pedazos de alma, que rodando amasijé.
El origen
El polen que dio origen
ancló en algún encordado,
el viento trajo simientes,
y brotó, de sobresalto.
Palabra de Africa oscura,
la bautizó en un atajo,
de una guajira acriollada
se hizo ritmo y se hizo canto.
Alimentada de lunas,
de brasas que la entibiaron,
de calor de pechos firmes,
de relinchos de caballos.
Supo del triste lamento
y del fuego enamorado,
del alarde en la rencilla
y del sentido relato.
Guapeando por las orillas,
por boliches trasnochando,
corralonera en las albas,
carros y amores atando.
Copando las rancherías,
donde también la bailaron,
alzó la trova al viento
se disparó toda canto.
Vaya a saber qué caminos,
qué calles la reencontraron,
carcelaria o bolichera,
cuando el payador la trajo.
Milonga por un origen
que le dio semilla al tango,
bordonas para arrancarlas,
corte quebrada y abrazo.
Milonga para cantarla
a la orilla de este río
Del Plata y sepan la estirpe
que fundan los cantos míos.
Gabino puso la endecha
y payando la supimos,
de cantores milongueros
nació un Gardel y un camino.
Desparramadas guitarras
milonguearon y fue el himno
que se olvidaron un día
y otro día descubrimos
para cantar por milonga.
Lo que en milonga vivimos.
(Coro)
¡Cantemos a nuestro origen
desde el Río de la Plata!
(Pregones)
Milonga por un origen
que le dio semilla al tango.
(Coro)
De cantores milongueros
nació un Gardel y un camino.
(Coro)
Hay que cantar por milonga
pa'que se acabe la farsa.
(Coro)
Siguiendo la tradición
nuestro canto a la esperanza.
(Coro)
Hay que cantar por milonga
lo que en milonga vivimos,
hay que cantar por milonga
lo que en milonga vivimos.
Flaca de abril
Tenías en los ojos la garúa de ese abril
y trágicas ginebras resbalando por la voz.
Desplantes veinteañeros jugueteando en tu perfil
y una manera extraña de reírte con la tos.
Caían tus cabellos lloviznando tu vaivén
cuando llegabas, leve, danzarina de "bluyín".
Copabas con la música silbada de recién
y desde tus collares, sonreía un arlequín.
Flaca de abril, yo te llamé.
Y fue tu luz, un sol de otoño.
Fiesta fugaz, piba que amé
sólo un abril, pero con todo.
Flaca de abril, con vos se fue
mi verso loco.
Te quise así: humo en la piel,
pelo en los hombros.
Flaca de abril...
Con el baruyo que yo te di,
fuiste más mía
y más de abril....
Tus besos fueron hondas mordeduras de cognac,
con un tabaco áspero de borra de café.
En brumas de boliches, confidencias y algo más,
vi toda la inocencia que sabías esconder.
Abril te dio mis sueños y mis furias de querer.
Aquella mishiadura que quisimos compartir.
Y con tu mufa flaca nos supimos entender,
porque yo te traía nostalgias de otro abril.
Hay un cantor
Hay una voz que atravesando el tiempo
sigue cantando con nuestra propia voz.
Hay una voz que atravesando el fuego
con alas de milagro, del fuego renació.
Habrá, tal vez, un mágico misterio,
un soplo de infinito vagando en esa voz
que se alimenta con la verdad del pueblo,
que el pueblo reconoce porque con él creció.
¡Gardel!...
Como un ritual que nos habita y no se va.
Su voz que está.
Su voz...
sonora llama que se agranda sin cesar
y arde al cantar.
Es él, nomás...
sobre el escándalo vital de la ciudad.
Y acaso más allá,
por cien caminos y horizontes.
Gardel, grillo del viento,
que el viento siempre quiso
templar.
Hay un cantor que nos está cantando
como quisimos cantar y no se dio.
Hay un cantor que va resucitando
de un trágico destino, volviendo de su adiós.
Es un cantor, es una voz, un mito.
Con un chambergo claro y un silbo volvedor.
Con la sonrisa quebrada en ese sitio,
de trinos insondables que acaso él entreabrió.
Hoy te encontré Buenos Aires
En esa luz final de muchas noches largas
yo te busqué, ciudad... Febril, jugado en ansias.
En vértigos sin paz, de calles apuradas.
En el tronar feroz que al fin me traspasó.
En esa niebla gris, de lágrimas gastadas,
que habita en el confín de la trastienda amarga.
Yo te busqué y perdí la pista de tus llagas,
cansado de rodear de multitud mi soledad.
Hoy te encontré, Buenos Aires.
En la amistad que me salva.
En el amor que florece
y en la mano que se da.
En el simple gorrión mañanero.
En la inquieta colmena del alba.
En la tenaz esperanza
que no se quiere entregar
¡Que no se quiere entregar!...
Hoy te encontré, Buenos Aires.
Por eso quiero cantar.
Pensar que anduve gris, a ciegas, sin plegarias.
Detrás de tu verdad, ciudad que no encontraba.
Tratando de entender tu infierno sin palabras,
tu prisa sin razón, tu oculto corazón.
Y estabas junto a mí, en cada madrugada.
En cada gesto fiel, en besos que me daban.
En tangos que sentí sangrándose en el alma.
Pero hoy que te encontré, quiero cantar mi devoción.
Las Malenas
¿Y cómo no quererte Buenos Aires?
Si te cantaron paicas, minas, grelas,
mujeres que te amaron y que saben
cercana como un cielo de rayuela.
¿Y cómo no quererte Buenos Aires?
Si por vos, se sembraron las Malenas,
desde el vientre fecundo de tus calles,
desde el cantar de la Morocha aquella.
Si desde Avellaneda, la Pepita,
que retozó la copla más compadre,
pasando por la voz de tu Rosita,
fue tu canción un gesto y un alarde.
¿Y cómo no quererte?, si por buenas,
acaso también por entrañables
fundieron Libertad con Azucena
la rosa de los tangos que te saben.
¿Y cómo no quererte?, si es tu tango
quien mueve tu pasión, que siempre es tanta
y hoy vuelve en esta voz que aquí te traigo
jugándose por vos en mi garganta.
Si junto al desparpajo de Sofía,
como una flor enhiesta y compadrita,
cantaba tu porteña melodía
agazapada en su chamuyo Tita.
¿Y cómo no quererte?, si el fraseo
que arrastraban los lentos bandoneones,
se prendió en el propio jubileo
que anunciaba en su canto la Simone.
Y Tania, la gallega, con su flaco
filósofo poeta en cada estrofa
y aquellas que cantaron de arrebato
con el verso que en tango se deshoja.
Una legión de cálidas Malenas,
renaciendo en el canto en las mañanas,
hasta el tempo que hoy duele con su pena y
nos llega en el canto de Susana.
Las milongas
Las milongas soltaron al viento su canción crecida.
Sobre los cordajes trenzaron historias y melancolías.
Las gargantas les brindaron plenas, todas sus guaridas
y volaron libres, galoparon briosas por la Cruz del Sur.
Las milongas habitaron huecos; comité y boliche.
Bajo las ventanas del amor jugado fueron confesión
Sentenciosamente, contaron leyendas compadres o tristes,
y el candombe impuro les puso el oscuro ritmo del tambor.
Las milongas de suburbio y barro,
de distancia y cielo.
Alma payadora, rezo fogonero, endecha y pasión.
Las milongas volvieron del tango,
de mil entreveros.
Llegaron al barrio, pisaron el centro,
entrando al salón.
Las milongas, acá se quedaron, acá las cantamos,
desde donde son...
Se metieron en los bandoneones con su viento arisco.
Aire corralero, limpiando los fueyes con cadencia y ritmo.
En la danza destrenzaron pasos dibujando el piso.
Y crecieron tercas como flor silvestre que el aire besó.
Las milongas con sus bordoneos, su polenta y tumba.
Desde la encordada, del arpegio airoso, salmo y oración.
Milongueramente contaron la vida, la pena, la angustia.
Y cantando fueron otro nuevo idioma para nuestra voz.
Milonga del casamiento
Milonga de cara nueva
que busca el cielo con su canción.
Igual que la enredadera
que enciende flores en el balcón.
Milonga del casamiento
que trajo el viento
que se enredó.
Burbuja de copa llena,
por la morena
que se casó.
Será feliz
de luchar
junto a él,
Sabrán llegar
lejos,
peleando los dos parejo,
ganándole al porvenir.
Con esta luz de milonga
que les prolonga
su adiós así.
Ya sale con su muchacho,
las manos juntas y el largo adiós.
El vuelo de los pañuelos
seca algún llanto que se escapó.
Mañana sabrá la luna,
como ninguna,
lo que pasó.
Vestida de azahar y cielo,
con su revuelo
dirá que no.
Ni me entrego ni me voy
Porque es mi tierra me quedo.
Para saber lo que soy.
Y quiero pero no puedo,
pero igual en ella estoy.
Tengo muchas ilusiones,
muchas ganas, mucha amor.
Tengo sueños a montones
y años jóvenes en flor.
Aquí estoy y no trabajo,
pues trabajo no me dan.
Como están los de acá abajo
que sufren y no se ven.
Aquí estoy enamorado,
sin tener donde anidar.
Con muy poquito pasado
y el futuro que no está.
Acá estoy con los de abajo.
Y los de arriba... ¿en qué andarán?
Porque es mi suelo lo quiero.
Aunque me traten tan mal.
Y sigo porque me juego
a que nada sea igual.
Siempre tengo mi esperanza
y con ella yo me doy.
Y aunque a veces no me alcanza,
ni me entrego, ni me voy.
No queda otra
Se clavan en mis ojos semáforos fugaces,
se cuelgan a mis pasos fracasos y desdén.
Y así voy repechando mis vértigos tenaces
por calles y por rostros, fantasmas de recién.
Traigo las manos rotas y limpias, por si vale.
Traigo la frente herida pero alta y sé por qué.
Si acaso importa el resto de fuerza que me salve,
en esa fuerza pongo la fuerza de mi fe.
No sé si el corazón, golpeado como está
por tanta sinrazón, al fin se ha de jugar.
No sé si han de alcanzar el gesto de querer,
las ganas de luchar, ni sé lo que podré.
Pero sigo igual y ya no vuelvo atrás.
Hay algo que me dice que escapo hacia delante,
que otra no me queda, que el barco ya quemé.
Hay algo que me empuja hacia el siguiente instante
para ganarlo ahora, ganándole después.
Y si otra sinrazón se niega a naufragar
es porque el corazón se juega y quiere más.
Y sé que han de sobrar las ganas de vivir
y de recuperar lo que una vez perdí.
¡Basta de llorar, basta de morir!
Regreso por la vida y vengo a reencontrarme.
Me busco en la inocencia que tuve y que gasté,
la insólita ternura que supo acompañarme.
Me busco y me reencuetro y todo vuelve a ser.
Oscura de piel besada
¡Oh oh oh! ¡Oh oh oh! ¡Oh oh oh! Bariló.
¡Oh oh oh! ¡Oh oh oh! ¡Oh oh oh! Bariló.
Oscura se fue besada y encandilada de luna
besada su piel oscura, deseada como ninguna.
Se fue por la noche larga, perdida en los tamboriles
detrás de una estrella negra, los ojos como candiles.
Mandinga prendió la mecha
cuando en el baile se desató.
El fuego de sus caderas
volcó en la hoguera su resplandor.
La danza que nunca alcanza,
por un abismo se la llevó.
(Estribillo)
Por la danza fue
allí se perdió
y la morenada,
sintió robada
su piel besada
que amaneció.
La robó el tambor
que mordió su piel
y la morenada,
enamorada la quiso bien.
Ay, cuantos se enamoraron de sus ojasos que ardían
de todo lo que insinuaba esa fatal brujería.
El alba quemó carbones que de las notas brotaban
como las chispas traviesas ella bailaba, bailaba...
La raza siempre la raza,
desde su sangre se reveló.
Fantasma que vuelve y pasa,
la vieja raza la cautivó.
Oscura de piel besada,
tal vez mandinga la enamoró.
(Coro)
Oscura de piel besada
diablura de sol moreno.
(Pregones)
La raza soltó su fiebre, la noche su desenfreno.
Las manos en los tambores repiqueteaban te quiero.
Por siempre tango
Por el tango que acaso está naciendo
desde el íntimo bulín de un alma en llanta,
por lo nuevo que quiebra algún silencio
como un alba que airosa se levanta.
Hay un tiempo que se vive y que se olvida
hay un antes y un después que sabe a tango,
una ruta de nostalgias compartidas
como el no sé qué de algún milagro.
Vuelven voces que se fueron,
entrañables y queridas
y se puebla la guarida
del ansioso corazón,
por siempre tango
que regresa en una herida
de amor, que cobra vida en cada nota
que se hace canción.
Por la espera que duele en nuestras almas
y las duras cicatrices que nos muerden
hay un tango sonando en la distancia
donde sangran quimeras que se pierden.
Hay un modo de cantar un dolor hondo,
de cantar una alegría compañera,
un idioma que nos viene desde el fondo
de la raíz noble y bien tanguera.
Vuelven voces que se fueron,
entrañables y queridas
y se puebla la guarida
del ansioso corazón,
por siempre tango
que regresa en una herida
de amor, que cobra vida en cada nota
que se hace canción.
Por siempre tango,
dulce y agria mordedura
que se hace criatura
cuando respira un nuevo bandoneón.
Quién te viera
Quién te visto, quién te viera,
ciudad mía, ya sin paz.
Entre tantos escombros no hay manera
de encontrar lo que olvidás.
Yo no lloro lo perdido
ni las glorias que no están,
yo te busco en las hondas madrugadas
y en las albas de tu pan.
Hay colores que se fueron
y otros nuevos que mostrás,
criaturas que perdieron
en tu infierno tanto afán,
cachetazos de impúdica impiedad
que en tu selva no pegás.
Si tu crueldad me partió la cruz
y me arrasaste la fe,
me gasté de luchar y caída me alcé,
sin quererme entregar...
porque nos salva el amor
y entre la niebla una flor
crecerá siempre, al fin,
por mí, por vos, ciudad por Dios.
Quién te visto, quién te viera,
dónde está lo qué se fue.
Qué feroz es la angustia del que espera
del que dura sin crecer.
Yo te busco, fatalmente, y te canto sin dolor
con un tango que araña tiernamente
tus relámpagos de amor...
Quiero elegir mi vida
No quiero que esto sea
un modo de morir
la forma de durar
hasta el silencio.
Quiero dejar
el rastro de mi luz
el eco de mi sangre,
quiero saber que puedo.
No quiero envejecer
sin incendiar de amor
la ruta de mis pasos,
quiero elegir mi tiempo de gritar,
el de tirarme bajo el sol
y el de cruzar mis brazos.
Quiero elegir mi vida
el gusto de mis besos,
el sitio de mis sueños.
Quiero elegir el cielo
debajo del que un día
regresaré al misterio.
Quiero elegir mi vida,
la risa que a mi risa
le servirá de eco.
Quiero elegir la gente
que comerá en mi mesa
quiero cantar con ellos.
Quiero elegir mi vida,
sembrar lo que me sale,
volar con lo que tengo.
Quiero empujar mi suerte,
quiero elegir mi vida,
quiero saber que puedo.
Responso para un hombre gris
Gira el ventilador
su rosa trastornada.
Corazón de usina.
Sopla ausencia de sol
y tufo de papel.
Destino de oficina.
Gira lento el reloj
sus brazos de fantasma.
Y un gran ojo, mira...
No hay tiempo de soñar.
El cielo allí no está.
Allí, no va la vida...
Allí don Luis
gastó de a poco
su mirada gris.
La muerte fue un desliz
en su rutina.
Que nunca dijo no.
Que en nada se metió.
Su juventud, su sol,
ya estaban apagados.
Don Luis se fue,
lo lloran en papel,
lo sellan, ya no es
ese muñeco fiel.
Tan pobre y gris.
Lo archivan en su ley.
Y todo sigue en pie.
La muerte dentro de él...
Pobre don Luis.
Su muerte es una
sola cicatriz.
Y muerto llega al fin
y el fin lo alcanza.
Dicen que Luis gastó
su humana condición,
sólo dejó un montón
de lástima y de nada.
Don Luis se fue,
lo lloran en papel,
lo sellan, ya no es
ese muñeco fiel.
De qué valió
dar todo el Luis allí.
Quemarse así tan Luis.
Al fin... ¿de qué valió?
Somos hoy
La luz temprana despertaba,
quemando sueño en tus pestañas,
ardiendo igual que tu esperanza,
siempre... alba.
Madrugadora de mi pueblo,
muchacha flor, ¿por qué soñabas?
tenías algo que crecía...
viento... sol.
Nuestro es el mismo camino,
y nuestro, lo que nos falta.
Podemos decir que somos igual
que nuestra esperanza.
Aquello mismo que crecía,
la juventud trepando el alba,
aquello sigue con nosotros,
siempre... alba.
Aquella luz que despertaba,
aquel fervor y aquellas ganas,
aquel temprano sol que vuelve
somos hoy...
La misma cosa que somos,
la somos por haber visto
las piedras y las tristezas
rodar... por el mismo sitio.
Ya no debemos preguntarnos,
con la mirada nos alcanza,
y con la misma voz que canta,
somos hoy.
Tiempo de Don Sebastián
¿Dónde andaba la milonga,
en qué horizonte escondida?
¿En qué boliche rosado,
amagando en qué guarida?
¿Qué payador la templaba,
volviendo de sobrevida?
Corraloneando crepúsculos,
alzada y adormecida.
Acaso de sonsonete,
tamborileando bordonas,
repitiendo su motivo,
pecando de machacona.
Don Sebastián lo sabía,
desde una esquina de Boedo,
sobre su ritmo ensayaba
melodías y fraseos.
Algo de pampa y suburbio,
de compadrada y endecha,
cuando se cruzó el poeta,
la milonga estaba hecha.
Milonga pa' recordarte,
para cantar lo que ardía,
para alardear con la copla
y alzarse en la melodía.
Eran de Manzi los versos,
y Piana en piano ponía
lo que después las guitarras
trasnochaban hasta el día,
tiempo de Don Sebastián,
en milonga renacida,
para que cante el que quiera
cantar milonga por vida.
La hizo canción, y con alas,
candombera y danzarina,
la metió en los bandoneones
y anduvo en patios y esquinas.
Tiempo de Don Sebastián
Piana es milonga genuina,
porteña, criolla, qué más...
si es la Milonga Argentina.
Tiempo de tranvías
Tiempo de tranvías tropezando el empedrado.
Patios que se abren a la luna y al parral.
Mágicos zaguanes con temblor de besos largos.
Penas de ginebra que tanguean en el bar.
Vuelven esos ecos de las mesas de escolaso.
Noches con la barra en la esquina fraternal.
Sábado y milonga que promete el club del barrio
y el domingo, lleno de ese fútbol sin igual.
Tiempo de tranvías,
que allá se desbarrancaron.
De los carnavales
que fueron de otra ciudad.
Te vieron mis ojos pibes
encendidos y asombrados.
Te canta mi tango nuevo,
con ganas de recordar.
Tiempo lindo de tranvías,
que fueron de otra ciudad...
Fueye de Pichuco cuando el gordo era muchacho.
El violín de Gobbi y la orquesta de Caló.
Barras milongueras de Pugliese en cada barrio.
Tangos del 40 que canté con otra voz.
Era mi Corrientes colmenar de tango vivo.
Era cada ochava la promesa de un cantor.
Tiempo de tranvías, de las calles con silbidos.
Sé que ya el olvido no podrá jamás con vos.
Tiempo lindo de tranvías,
que fueron de otra ciudad...
Un lobo más
La calle me clavó
la punta de su cruz.
La calle me apretó
el hueco de la luz.
En suelas que gasté.
En tanto andar detrás.
La calle con mi piel
y con la piel de usted,
se puso la llovizna
y me enseñó a morder.
Un lobo más
que tuvo que vivir.
Tibieza y pan
me puse a perseguir.
Por pisar mal
a veces me caí.
Por no pegar
me la dieron a mí.
Un lobo más
que tuvo que aprender
a no llorar
y a saberse vender.
Por no aflojar
de adentro me arrugué
Por no entregar
lo poco que salvé.
La calle me enseñó
sus dientes y su ley
y lo que quise yo
qué caro lo pagué.
Un mundo nuevo
Caminemos, muchacha, por la calle
y no nos entreguemos
aunque esto ya no ande.
Dame el brazo bien fuerte y caminemos,
que otro mundo distinto
hoy tengo para darte.
Tengo un mes sin fin de mes.
Un trabajo sin patrón.
Un lugar para los dos.
Ganas de amarte.
Mucha luz a repartir.
En la red tengo al ladrón
de tu sangre y de mi sangre.
Una vida que da ganas de vivir,
porque ya no aguanto más
que me lleven por delante.
Todo eso tengo yo.
Todo eso y ya verás.
Porque sé donde está el sol.
Y por él voy a pelear.
Caminemos, muchacha, y no me digas
que no vale la pena
por algo así, jugarse.
Olvidando los pozos de la vida
y tanta cosa triste
que conviene olvidarse.
Un sueño nada más
Igual que un fantasma que acercó el pasado.
Tenaz, corcoveando entre la neblina.
Un frágil tranvía, trágico y cansado,
desnuda su angustia en la vieja esquina.
Astilla de un tiempo que se hizo recuerdo,
parece buscarse en lo que se ha ido.
Arrastra sus huesos con tranco muy lerdo
y es áspera brisa su respiración.
Es un Buenos Aires,
que acaso regresa.
Que quiere mirarnos,
campanear la vida.
Tristón y asombrado
de ver tanta herida.
Do tantear sus ruinas,
de hurgar su fatiga.
Las calles que duelen.
La melancolía
de cosas que se fueron.
Ver que no crecieron
las flores soñadas,
los mejores días...
Disuelto en las luces de la aurora nueva,
se pianta el tranvía rumbo hacia el olvido.
Tal vez tantas llagas sórdidas lo llevan
tras el Buenos Aires que ayer fue su abrigo.
Sonámbulas sombras le vieron el gesto
que esconde con pena lágrimas raídas.
¡A ver, Buenos Aires! A jugarse el resto.
Y cambiemos esto, con ganas y amor.
Viejo Tortoni
Se me hace que el palco llovizna recuerdos,
que allá en la Avenida se asoman, tal vez,
bohemios de antaño y que están volviendo
aquellos baluartes del viejo Café.
Tortoni de ahora, te habita aquel tiempo.
Historia que vive en tu muda pared.
Y un eco cercano de voces que fueron
se acoda en las mesas, cordial habitué.
Viejo Tortoni.
Refugio fiel
de la amistad junto al pocillo de café.
En este sótano de hoy, la magia sigue igual
y un duende nos recibe en el umbral.
Viejo Tortoni. En tu color
están Quinquela y el poema de Tuñón.
Y el tango aquel de Filiberto,
como vos, no ha muerto,
vive sin decir adiós.
Se me hace que escucho la voz de Carlitos,
desde esta "Bodega" que vuelve a vivir.
Que están Baldomero y aquel infinito
fervor de la "Peña", llegando hasta aquí.
Tortoni de ahora, tan joven y antiguo,
con algo de templo, de posta y de Bar.
Azul, recalada, si el fuego es el mismo,
¿quién dijo que acaso no sirve soñar?
Y cuando te nombre
Tanto te busqué por tantos sitios.
Tanto tu cariño me hizo falta.
Tanto que en las noches te nombraba.
Sin saber tu nombre, sin palabras.
En la soledad de mis vigilias.
Cuando cada noche naufragaba.
Cuando cada sol amanecía.
Solo y sin palabras te nombré.
De pronto te encontré
y ya tu nombre tuvo forma.
Feliz lo pronuncié
y fue la música mejor.
Y cuando te nombré,
nombré la luz, sentí tu aroma.
Cuando al fin te nombré,
más que palabra fuiste sol.
Estabas más allá
de los sonidos de mis labios.
Estaba más acá
del hueco ansioso de mi voz.
Y cuando te nombré,
muy cerca ya porque te tuve.
Con tu nombre y tu piel,
volé hasta el cielo de los dos.
Hoy que ya te tengo entre mis cosas.
Hoy que sos la miel que me faltaba.
Hoy nombrándote lleno mi boca
de un sabor que nunca imaginaba.
Tanto te busqué por tanta vida.
Tanto tu ternura me hizo falta.
Tanto que al buscarte te nombraba
con el simple nombre del amor.
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