Friday, July 26, 2013

FRANCISCO VILLAESPESA (1877-1936)




SONETOS


EN LA PENUMBRA

¡La hora confidencial!... Entre banales
palabras, toda entera, te respiro
como un perfume, y en tus ojos miro
desnudarse tu espíritu. ..Hay fatales

silencios... Se oscurecen los cristales;
y se esfuma la luz en un suspiro,
temblando sobre el pálido zafiro
que azula entre tus manos imperiales.

Las tinieblas palpitan... Andan miedos
descalzos por las sedas de la alfombra,
mientras que, presintiendo tus hechizos,

naufraga la blancura de mis dedos
en la profunda y ondulante sombra
del mar tempestuoso de tus rizos.


MI VIDA ES EL SILENCIO DE UNA ESPERA…

Mi vida es el silencio de una espera…
Se escapa de mis ojos la mirada,
ansiando contemplar la sombra amada
que en otros tiempos a mi lado viera.

La mano palpa, cual si presintiera
negrear en la atmósfera callada
la seda tibia de su destrenzada,
profusa y olorosa cabellera.

Mi oído de impaciencia se estremece,
un olor a algo suyo el viento exhala…
-¿Estás ya aquí? -le digo, y me parece

que «Aquí estoy», dulcemente, me contesta
aquella voz que pasa como un ala
rozando fugitiva la floresta.


SARA ES VICIOSA. SU PUPILA OSCURA…

Sara es viciosa. Su pupila oscura
de incitantes promesas es venero…
Bebe como un tudesco, y fuma y jura
con el canalla argot de un marinero.

Su placer es violento. Besa, muerde
y grita, y al final de la batalla,
muere su voz y hasta la vista pierde
y en nerviosos ataques se desmaya.

¡Oh, jilguero embriagado de alegría,
nadie te vio llorar!… ¡Tan sólo un día
furtivo llanto se asomó a tus ojos

y tu mirada se perdió en el cielo,
viendo dos hilos de tu sangre rojos
temblando en la blancura de un pañuelo!…


LA SABIA MANO A CUYO TACTO ARDIENTE…

La sabia mano a cuyo tacto ardiente
vibra la carne como un instrumento,
prolongó la agonía del momento
en una languidez intermitente…

¡Oh, el cálido contacto de tu frente!
¡Oh, tu dorso desnudo y opulento
echado sobre mí, como un sediento
sobre la superficie de una fuente!

Mis besos perfumaron el vacío
de un húmedo y mortal escalofrío…
¡Y bajo tu melena estremecida

en un áureo manojo de serpientes,
sentí sangrar y sucumbir mi vida,
entre el canibalismo de tus dientes!


EL POEMA DE LA CARNE

Cuando me dices: Soy tuya,
tu voz es miel y es aroma,
es igual que una paloma
torcaz que a su macho arrulla.

Sobre mi mano dormida
de tu nuca siento el peso,
mientras te sorbo en un beso
todo el fuego de la vida.

Cuando ciega y suspirante
tu cuerpo recorre una
convulsión agonizante,

adquiere tu faz inerte
bajo el blancor de la luna
la palidez de la Muerte.


CONVALECENCIA

¡Qué suavidad, qué suavidad de raso,
qué acariciar de plumas en el viento;
en terciopelos se apagó mi paso
y en remansos de seda el pensamiento!

Todo impreciso es como en un cuento,
se desborda en silencio como un vaso,
y en esta tibia languidez de ocaso
desfallecer hasta morir me siento.

Como un panal disuélvome en dulzura,
desfallezco de todo: de ternura,
de claridad, del éxtasis de verte…

Y todo tan lejano, tan lejano…
En este atardecer tu frágil mano
pudiera con un lirio darme muerte…


LA SOMBRA

¡Remansos del crepúsculo! Lejanos
amores de una copla campesina...
De los cielos desciende una divina
paz, sobre el sueño de los verdes llanos.

Vuelven a perfumar los sueños vanos,
y yo no sé qué angustia nos domina,
que se cierran los ojos, y se inclina
la frente, pensativa, entre las manos.

Por el azul magnífico del cielo,
sobre la frente que el dolor abrasa
y en las manos se apoya dolorida,

tiembla la sombra rápida de un vuelo...
-¡Esa sombra, mortal, que rauda pasa,
es la fugaz imagen de tu vida!


LA SOMBRA DE BEATRIZ

El crepúsculo está lleno de aromas,
de campanas de plata y de cantares...
Zumban abejas en los azahares.
Baja un temblor de esquilas por las lomas.

El aire sabe a miel de abiertas pomas,
y al tornar a sus blancos palomares
proyectan en los verdes olivares
sus sombras fugitivas las palomas.

Yo sueño con tu amor... Una infinita
dulzura sube del florido huerto...
¿Por qué el ensueño de una margarita,

hoja tras hoja mi saudade arranca,
si en la penumbra del balcón abierto
falta esta tarde tu silueta blanca?


JUNTO AL MAR

Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Torna a la flor la abeja, el ave al nido,
y a dormir nos invita la cigarra.

La madreselva que al balcón se agarra,
vierte como un suave olor a olvido;
y a lo lejos escúchase el quejido
de una pena andaluza, en la guitarra.

Del mar de espigas en las áureas olas
fingen las encendidas amapolas
corazones de llamas rodeados...

¡Y el sudor, con sus gotas crepitantes,
ciñe a tus bucles, como el sol dorados,
una regia corona de diamantes!


ENSUEÑO DE OPIO

Es otra señorita de Maupin. Es viciosa
y frágil como aquella imagen del placer,
que en la elegancia rítmica de su sonora prosa
nos dibujó la pluma de Theófilo Gautier.

Sus rojos labios sáficos, sensitivos y ambiguos,
a la par piden besos de hombre y de mujer,
sintiendo las nostalgias de los faunos antiguos
cuyos labios sabían alargar el placer.

Ama los goces sádicos. Se inyecta de morfina;
pincha a su gata blanca. El éter la fascina,
y el opio le produce un ensueño oriental.

De súbito su cuerpo de amor vibra y se inflama
al ver, entre los juncos, temblar como una llama
la lengua roja y móvil de algún tigre real.


EL JARDÍN DE LINDARAJA

De la tarde de octubre bajo la luz gloriosa,
en la fuente de mármol que el arrayán orilla,
diluyen los cipreses su esmeralda herrumbrosa
y la arcada del fondo su tristeza amarilla.

Rosales y naranjos. ..Mustio el jardín reposa
en un verdor que el oro del otoño apolilla...
¡Sólo, a veces, se enciende la llama de una rosa,
o el oro polvoriento de una naranja brillaI

Mas, dentro de este otoño, hay tanta primavera
en gérmenes; y es todo tan dulce y apacible,
que antes de abandonarlo, mi corazón quisiera,
oyendo el melodioso suspirar de la fuente
y soñando con una Lindaraja imposible,
sobre este viejo banco dormir eternamente...


A LA FORTUNA

Cuatro muros de cal, libros, y una
ventana al campo, y en la lejanía
las montañas o el mar, y la alegría
del sol, y la tristeza de la luna:

eso a mi eterna laxitud moruna,
para vivir en paz le bastaría...
¡Bien poco es lo que pides, alma mía,
pero menos te ha dado la Fortuna!

Échate, alma, a recordar... ¡Infancia
sin madre, adolescencia sin amores,
juventud sin placer!... ¡Así has vivido!...

¡Y ahora, un caduco otoño sin fragancia,
un pálido luar sin ruiseñores,
y un amor imposible sin olvido!


EL RELOJ

Tardes de Paz... Monotonía
de lluvia en las vidrieras...
Se extingue el humo gris del día...
¿En dónde están mis primaveras?

La lluvia es una fantasía,
de misteriosas encajeras...
Tú, que tejiste mi alegría,
¿tras qué cristal mi vuelta esperas...?

Lentas deslízanse en la alfombra
las tocas negras de la sombra;
viuda que no falta a la cita...

Igual que un pecho adormecido
el reloj tímido palpita...
¡Oh juventud! ¿Dónde te has ido...?


LO QUE PASA

¡Felicidad!... ¡Felicidad!... Dulzura
del labio y paz del alma... Te he buscado
sin tregua, eternamente, en la hermosura,
en el amor y el arte...  ¡Y no te he halladoI

En vano, el alma, sin cesar te nombra...
¡Oh luz lejana, y por lejana, bellaI...
¡Jamás la mano alcanzará la estrellaI...
¿Pasaste sobre mí, como una sombra?

¿En brazos de qué amor has sido mía?..
¿No he besado tus labios todavía?...
¿Los besaré, Señor?... Sobre mi oído

murmura alguna voz, remota y triste :
-Pasó por tu jardín... y no la viste...
¡y ya, sin conocerla, la has perdido!


VORREI MORIRE

Por no sé qué refinamiento oscuro
que goza al prometer lo que nos veda,
en ti, es el cuerpo lo único que queda
perversamente inmarcesible y puro.

Pones freno al ardor y al ansia muro,
para que nunca Amor devorar pueda
la áurea pulpa que esconde, bajo seda,
todas las mieles de un pomar maduro.

Me miras en las pausas de un suspiro;
y en el ligero y transparente halago
del húmedo mirar en que te pierdes,

toda tu alma desnudarse miro,
como una ninfa ante el cristal de un lago,
en el remanso de tus ojos verdes.


VASO ESPIRITUAL

Por no sé qué refinamiento oscuro
que goza al prometer lo que nos veda,
en ti, es el cuerpo lo único que queda
perversamente inmarcesible y puro.

Pones freno al ardor y al ansia muro,
para que nunca Amor devorar pueda
la áurea pulpa que esconde, bajo seda,
todas las mieles de un pomar maduro.

Me miras en las pausas de un suspiro;
y en el ligero y transparente halago
del húmedo mirar en que te pierdes,

toda tu alma desnudarse miro,
como una ninfa ante el cristal de un lago,
en el remanso de tus ojos verdes.


TARANTELA

Nocturno azul y plata... Sobre el clave
se esfuma el oro de la tarantela;
y el alma, en nuestra voz, se aterciopela
para hacer su caricia más suave.

El aire a besos y a ternura sabe,
y en el luar que en el jardín riela,
las pupilas del ángel que nos vela
de luz enjoyan el silencio grave.

La música se va... Tan sólo queda
un perfume fugaz a carne y seda...
¿Quién tus encantos desnudó a la brisa?...

Ante tu albor ni a respirar me atrevo,
y gota a gota, hasta embriagarme, bebo
todo el amor del mundo en tu sonrisa!


SONETO

Quedó en mis manos un jirón de encaje;
te escapaste de mí como una sombra,
mas al huir, se te enredó el ropaje
y rodaste de espaldas por la alfombra.

Te curvé bajo el yugo de mis brazos,
y de mis dientes la caricia ruda
rasgó cendales y deshizo lazos,
hasta dejar tu castidad desnuda.

Y allí, sobre la alfombra, entrelazados,
las sombras como hiedras agitadas,
nuestras bocas rampantes y lascivas.

confundidos en un bárbaro grito,
resucitamos el antiguo mito
del amor, en las selvas primitivas.


PUREZA DE JAZMINES

¡Jazminero, tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...

Tu pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.

Con su blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;

y, también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.


NOCTURNO DE PLATA

Cruzas por mis recuerdos como un rayo de luna
que lo ilumina todo de una blanca poesía...
El ruiseñor cantaba su amor. Colgaba una
fina escala de seda desde tu celosía.

Era la noche un río cristalino y sonoro,
que arrastraba en sus ondas, hacia la Eternidad,
nuestro amor como una carabela de oro,
palpitantes las velas bajo la tempestad.

Entre un deshojamiento de románticas rosas
de luz, juntos surcamos Venecias fabulosas,
en un olvido eterno de todo... Tu laúd

desgranaba en la noche su inmortal serenata...
¡Y al pie de la marmórea y altiva escalinata
nos esperaba el paje de nuestra Juventud!


YO SÉ QUE LA ESPERANZA ESTÁ VIVA

Yo sé que la esperanza está viva, y que dentro
del corazón su lámpara dulcemente ilumina;
¡mas ya sin entusiasmos y sin fuerzas me encuentro
para arrancarle nuevos tesoros a la mina!...

En el jardín, a veces, de mis recuerdos entro
y encanezco de angustia mirando tanta ruina...
¡Cipreses y naranjos marchitos, y en el centro
una fuente que nunca de Sollozar termina!...

Yo sé que Lindaraja con sus besos pudiera
dar a mi otoño un nuevo frescor de primavera...
Pero está tan remota, ¡y es tan largo el sendero!...

¡Y me encuentro tan pobre, tan triste y tan rendido,
que a buscarla de nuevo por la vida, prefiero
soñar eternamente que jamás ha existido!...


ADIÓS A CUBA

Con ternuras de madre y piedades de hermana
me ofreciste un oasis de paz en esta guerra,
por eso al alejarse la errante caravana,
tu recuerdo en el fondo del corazón encierra;

y con él las tristezas de su otoño engalana...
Pupila que la muerte sin mirarte se cierra
no sabrá qué es belleza, porque tú eres, Habana,
la ciudad más hermosa que floreció en la tierra.

¡En mi adiós, como ofrenda, te dejo el alma mía!...
¡Que los dioses te amparen, ciudad de encantamiento,
y que siempre contemple la pupila viajera

sobre el maravilloso cristal de tu bahía
fulgurar ondulante a la gloria del viento
la estrella solitaria que brilla en tu bandera!...


LOS JARDINES DE AFRODITA

I

El ritmo, el gran rebelde, me rinde vasallaje,
y cuando quiero ríe, y cuando quiero vuela,
y he domado a mi estilo como a un potro salvaje,
a veces con el látigo y a veces con la espuela.

Conozco los secretos del alma del paisaje,
y sé lo que entristece, y sé lo que consuela,
y el viento traicionero y el bárbaro oleaje
conocen la invencible firmeza de mi vela.

Amo los lirios místicos y las rosas carnales,
la luz y las tinieblas, la pena y la alegría,
los ayes de las víctimas y los himnos triunfales.

Y es el eterno y único ensueño de mi estilo
la encarnación del alma cristiana de María
en el mármol pagano de la Venus de Milo.


II

Te vi muerta en la luna de un espejo encantado.
Has sido en todos tiempos Elena y Margarita.
En tu rostro florecen las rosas de Afrodita
y en tu seno las blancas magnolias del pecado.

Por ti mares de sangre los hombres han llorado.
El fuego de tus ojos al sacrilegio incita,
y la eterna sonrisa de tu boca maldita
de pálidos suicidas el infierno ha poblado.

¡Oh, encanto irresistible de la eterna Lujuria!
Tienes cuerpo de Ángel y corazón de Furia,
y el áspid, en tus besos, su ponzoña destila...

Yo evoco tus amores en medio de mi pena...
¡Sansón, agonizante, se acuerda de Dalila,
y Cristo, en el Calvario, recuerda a Magdalena!


III

Hay rosas que se abren en selvas misteriosas
y mustias languidecen, nostálgicas de amores,
sin que haya quien aspire sus púdicos olores...
¡Hay almas que agonizan lo mismo que esas rosas!

Las mariposas tienden sus alas temblorosas
y en alegría loca de luces y colores,
ebrias de amor expiran en tálamos de flores...
¡Hay vidas que se acaban como esas mariposas!

'¡Oh, púdicas vestales! ¡Oh, locas meretrices!
¿Quiénes son más hermosas? ¿Quiénes son más felices?'
los hombres preguntaron, en una edad lejana,

a un Fauno que en las frondas oculto sonreía...
Hace ya muchos siglos... Y en la conciencia humana
el Fauno, a esa pregunta, sonríe todavía.


IV

Soy un alma pagana. Adoro al dios bifronte
y persigo a las ninfas por las verdes florestas,
y me gusta embriagarme en mis líricas fiestas
con vino de las viñas del viejo Anacreonte.

¡Que incendie un sol de púrpura de nuevo el horizonte;
que canten las cigarras en las cálidas siestas,
y que dancen las vírgenes al son del sistro expuestas
al violador abrazo de los faunos del monte!

¡Oh, viejo Pan lascivo!... Yo sigo la armonía
de tus pies, cuando danzas. Por ti amo la alegría
y las desnudas ninfas persigo por el prado.

Tus alegres canciones disipan mi tristeza,
y la flauta de caña que tañes me ha iniciado
en todos los misterios de la eterna Belleza!


V

El cisne se acercó. Trémula Leda
la mano hunde en la nieve del plumaje,
y se adormece el alma del paisaje
de un rojo crepúsculo de seda.

La onda azul, al morir, suspira queda;
gorjea un ruiseñor entre el ramaje,
y un toro, ebrio de amor, muge salvaje
en la sombra nupcial de la arboleda.

Tendió el cisne la curva de su cuello,
y con el ala -cándido abanico-,
acarició los senos y el cabello.

Leda dio un grito y se quedó extasiada...
y el cisne levantó, rojo, su pico
como triunfal insignia ensangrentada.


VI

De la Grecia y de Italia bajo los claros cielos
en tu honor se entonaron los más dulces cantares,
y ofrecieron las vírgenes al pie de tus altares
las tórtolas más blancas y sus más ricos velos.

Hoy triste y solitaria, en el parque sombrío,
carcomida y musgosa, los brazos mutilados,
bajo la pesadumbre de los cielos nublados
el mármol de tu carne se estremece de frío.

¿Dónde se alzan ahora tus templos, Afrodita?
Ya la Pánica flauta en los bosques no invita
a danzar a los sátiros danzas voluptuosas.

Ha huido la Alegría, ha muerto la Belleza...
No hay risas en los labios y una inmensa tristeza
cubre como un sudario las almas y las cosas.


VII

Enferma de nostalgias, la ardiente cortesana,
al rojizo crepúsculo que incendia el aposento,
su anhelo lanza al aire, como un halcón hambriento,
tras la ideal paloma de una Thule lejana.

Sueña con las ergástulas de la Roma pagana;
cruzar desnuda el Coso, la cabellera al viento,
y embriagarse de amores en el Circo sangriento
con el vino purpúreo de la vendimia humana.

Sueña... Un león celoso veloz salta a la arena,
ensangrentando el oro de su rubia melena.
Abre las rojas fauces... A la bacante mira,

salta sobre sus pechos, a su cuerpo se abraza...
¡Y ella, mientras la fiera sus carnes despedaza,
los párpados entorna y sonriendo expira!


VIII

Para escanciar el vino de mi viña temprana,
Fidias, divino artífice, en marfil y oro puro
modeló fina copa, sobre el más blanco y duro
seno que sorprendiera jamás pupila humana.

Son dos ninfas en arco las asas de esa copa,
y en ella están grabados, entre vides y flores
y sátiros que acechan, los lúbricos amores
de Leda con el Cisne, y el Toro con Europa.

Amada, ¡bebe y bésame! Al destino no temas,
que al borde de la copa rebosante de gemas,
cinceló Anacreonte estos versos divinos

cuyo ritmo el secreto de la existencia encierra:
-Bebe, ama y alégrate mientras sobre la tierra
haya labios de rosas y perfumados vinos.


IX

Con el fervor de un lapidario antiguo,
quiero miniar a solas y en secreto,
la tentación de tu perfil ambiguo
en las catorce gemas de un soneto.

Para nimbar tu tez blanca y severa,
a modo griego, cual real tesoro,
recogerá tu negra cabellera
sobre la nuca un alfiler de oro.

En líneas escultóricas plegada
la túnica e inmóvil la mirada
con la clásica unción de las flautistas...

La siringa en el labio, y temblorosos
sobre el registro, en gestos armoniosos,
tus dedos enjoyados de amatistas.


X

Para cantar mi mente quiero un verso pagano;
un verso que refleje la cándida tristeza
del azahar, que, trémulo, deshoja su pureza
a las blancas caricias de una tímida mano.

No amortajad mi cuerpo con el sayal cristiano;
ceñid de rosas blancas mi juvenil cabeza,
y prestadme un sudario digno por su riqueza
de envolver a un fastuoso emperador romano.

¡Que abra la cruz sus brazos en negra catacumba!
Yo amo al sol, luz y vida, y quiero que en mi tumba
brotes, cual dulces versos, las más fragantes flores.

Y que al son de la flauta y del sistro, en la quieta
tarde, las locas vírgenes tejan danzas de amores
en torno de la estatua de su muerto poeta.


XI

Llueve... En el viejo bosque de ramaje amarillo
y grises troncos húmedos, que apenas mueve el viento,
bajo una encina, un sátiro de rostro macilento,
canciones otoñales silba en su caramillo.

De vejez muere... Cruzan por sus ojos sin brillo
las sombras fugitivas de algún presentimiento,
y entre los dedos débiles el rústico instrumento
sigue llorando un aire monótono y sencillo.

Es una triste música, vieja canción que evoca
aquel beso primero que arrebató a la boca
de una ninfa, en el claro del bosque sorprendida.

Su cuerpo vacilante se rinde bajo el peso
de la Muerte, y el último suspiro de su vida
tiembla en el caramillo como si fuese un beso.


XII

¡Alma mía! Soñemos con la estación florida.
Abril, lleno de rosas, a nuestro encuentro avanza...
El Arte será el último refugio de la Vida
cuando ya no tengamos ni en la Vida esperanza.

No aceptes de otras manos lo que yo pueda darte.
Siembra en tu propia tierra tus futuros laureles...
¡Haz de tus penas mármoles y de tu amor cinceles,
para elevar con ellos un monumento al Arte!

Teje nuestro sudario de mirtos y de flores.
Labremos un sarcófago digno por su riqueza
de encerrar las cenizas de los emperadores.

Y cincela en su lápida nuestra última elegía:
-Aquí yacen dos almas que han muerto de tristeza
llorando las nostalgias de su eterna alegría.


AUTRRETRATO

Por la espaciosa frente pálida y pensativa,
desciende la melena en dos rizos iguales.
Negros ojos miopes, gruesa nariz lasciva,
la faz oval y fina, los labios sensuales.

Sobre el flexible cuerpo, perturban la negrura
del enlutado traje que su dolor retrata,
el d'annunziano cuello con su nívea blancura
y con manchas sangrientas la flotante corbata.

Apura un cigarrillo Kedive, reclinado
en un diván oscuro, y entre el humo azulado
del tabaco, sus ojos contemplan con amor

el azul de las venas sobre las manos finas,
dignas de rasgar velos de princesas latinas
y ceñir el anillo del Santo Pescador.


ΜΙΧΑΛΗΣ ΚΑΤΣΑΡΟΣ



ΟΡΟΠΕΔΙΟ

   Μένει να ξαναβρούμε τη ζωή μας, τώρα που δεν έχουμε
   πια τίποτα. Φαντάζομαι, εκείνος που θα ξαναβρεί τη ζωή,
   έξω από τόσα χαρτιά, τόσα συναισθήματα, τόσες
   διαμάχες και τόσες διδασκαλίες θα είναι κάποιος
   σαν εμάς μόνο λιγάκι πιο σκληρός στη μνήμη.

      Γ. ΣΕΦΕΡΗΣ
      (Τετράδιο Γυμνασμάτων)

Ι

Να μην ακούγεται ήχος.
Είμαι εδώ στην κορφή. Η πορεία ανέβηκε.
Μόνος. Κάτω από τα πόδια μου σιδερένιες
   βέργες ελάσματα βράχοι
εδώ μόνος σ’ αυτό τον περιορισμένο χώρο στον
   απέραντο
χωρίς τείχη.

Άβυσσος παρελθόν ζώνες με επίπεδα εποχές
και μετά σκελετοί στην οικοδομή.
Σημαίες ζωή. Θάνατοι δεν υπάρχουν.
Στο επίπεδο όρος ορθός φτιάχνω τον κόσμο.

Μαζί μου όλοι υπηρετούν το σκοπό και κανέναν.
Τα κρίνα των αγρών –οι αμνοί– κανέναν.
Ο ήλιος δεκτός.
Φράσεις ναοί μεταβάλλονται κινούνται
τα επίπεδα πληθαίνουν κροτούν ανεβαίνουν
με μουσική
με άνεμο ανεβαίνουν.

Οι πόλεις χτίζονται – οι πόλεις πεθαίνουν.
Άνεμος υψώνει τα δένδρα – άνεμος γκρεμίζει το
   σκότος
άνεμος λαών ανθρώπων νέων διακλαδώσεων
κ’ εγώ πάντα στο οροπέδιο των πολιτισμών – των
   συντριμμάτων
κοιτάζω τη χλόη τα δένδρα τον ήλιο
κοιτάζω τις ηλεκτρικές συσκευές – τα κυκλάμινα
κοιτάζω κοιτάζω
πάντα και πάντα.


ΙI

Τώρα μπορώ πια να μπω.
Η πόρτα έχει ανοίξει.
Μέσα στο δέντρο υπάρχω και ζω –
τρέμουν τα φύλλα –τα άνθη τρέμουν–
έγινε πια ο καρπός.

Ελάτε κοντά μου – έχει γαλήνη.
Ελάτε ελάτε. Ιδού το σώμα μου
σας το προσφέρω –έχει γαλήνη–
έγινα πια ο καρπός.

Δεχτείτε με πάλι. Είμαι ο άνεμος η οργή –
είμαι το τελευταίο σκαλί σας
εσείς πάλι το πρώτο – προχωρείτε.

Οι σημαίες αλλάζουν – αλλάζουν τα χέρια αλλάζουν
κατεβαίνουν τα πλήθη ασύνταχτα
   – πάλι σε φάλαγγες
κατεβαίνουν.

Χωρίζει ο άνεμος τα στάχυα – τους λαούς
διαλύονται οι ομάδες –πληθαίνουν τα μέρη–
η σύγκρουση γίνεται.

Κανείς. Πάλι πάνω στο οροπέδιο μόνος
στους νέους τους βράχους – στα επίπεδα μόνος
μαζί με τον νέο τον άνεμο ένα και μόνος
κοιτάζω τη χλόη – τα δέντρα τον ήλιο
κοιτάζω κοιτάζω.


ΙΙΙ

Θα κτίσω τη νέα σας πόλη.
Μην αφίσετε την ελπίδα – κάθε λεπτό μια σημαία.
Μην αφίσετε το νερό τον άνεμο και τη γη –
κάθε λεπτό και μαζί σας.

Σας βλέπω –καμιά μάταιη προσπάθεια– τίποτα
όλα –εσείς– διαπερνάτε τα τείχη σας τους καπνούς
διαπερνάτε το χρόνο – παίζετε ζάρια όπλα χαρτιά
σας αγαπώ – μόνος μαζί σας.

Η πόλη σας είναι πια έτοιμη.
Κινείται. Αλλάζει ρυθμό – τα τύμπανα παίζουν
μπορεί να δεχθεί τη σφαγή
να δεχθεί τη γαλήνη
το φως να δεχθεί –
μπορεί ν’ ανέβει τούτη την άλλη την ώρα.

Ποιος μίλησε;
Στη φωτιά – στη φωτιά να ριχτεί
αυτός που παγωμένος σταθερός μπήκε στην πύλη
στη φωτιά – αυτός που κουράστηκε και θέλει
   μόνο την ακίνητη μάσκα
αυτός που δεν αλλάζει το βήμα το ρυθμό το γέλιο
   τη σιωπή
στη νέα – στη νέα του πόλη.

Γυρίζει. Το επίπεδο έπεσε πάνω στο άλλο.
Ζητάει το εκμαγείο –αγωνίζεται–
σε λίγο θα ανατιναχθεί –
ποιος είναι για νέα σημαία;

Κανείς. Μένω πάλι στο οροπέδιο μόνος
κοιτάζω πάλι την πόλη – τα χτίρια πάλιωσαν
κρατώ τη φωτιά τα κλαδιά τους ανθούς
και κοιτάζω.


IV

Μπήκα με άδεια χέρια στη σκήτη μου.
Τους καρπούς τώρα τους γεύεσαι γη – εγώ δεν
   υπάρχω.
Δεν ακούς πια τη φωνή μου – δεν ακούς
έχεις δικιά σου φωνή – δικά σου τα τείχη.
Φυτεύεις τα δένδρα – το στάρι ανθεί σε πελάγη.
Πάνω στο δικό μου το σώμα χτίζεις τις πόλεις.
Οι πόλεις έχουν δικό τους πια σώμα.
Καμμιά σιωπή – λάμψη καμμιά.
Περπατάς στους μεγάλους σου δρόμους
ζεύεις τους ποταμούς – τα βουνά
τρέχεις στα δάση
ανασταίνεις τους ήχους τους αυλούς τα νερά
   σε τραγούδια.

Τη νύχτα βγαίνω – κοιτάζω μακριά στο γιαλό
κοιτάζω βαθιά μες στα δάση
ανάβω μια μικρή φλόγα στη γη – ακούω τους ήχους
αυτούς που δεν θ’ ακούσει πια κανείς – ακούω
   και τρέμω.
Ματώνω τα χέρια στους λόγγους – ματώνω τα γόνατα
–Το ρήγμα ψάχνω να βρω σ’ αυτό το μπετόν–
το ρήγμα. – Στο σκουλήκι της γης την φλόγα
   υψώνω.

Τρέχω μέσα στη νύχτα
τρέχω με τ’ άλογό μου
βάζω πασσάλους πάνω στα όρη – σημαδεύω
   τους δρόμους
ακούω ούρλιασμα λύκων –ακούω φωνές–
ακούω βουή καταρράχτες
βιάζομαι
βιάζομαι
Πριν αλέκτωρ λαλήση
η νύχτα είναι μικρή – μεγαλώνει
ο άνεμος ετοιμάζει την έφοδο – οι φωνές
«κοίτα» – «τώρα» – «το άλλο βράδυ» –
   πρέπει πάλι να σας μιλήσω.

Μη με κοιτάτε παράξενα.
Κανένας δεν με γνωρίζει;

V

Δεν ήρθαν να ξαφνιάσω τις μέρες σας –
   δεν κρατώ τη ρομφαία.
Κυκλοφορούσα αιώνες μέσα στο πλήθος σας
μαζεύοντας σκόρπιους σπόρους.

Δεν ήρθα να σταματήσω τους ποταμούς τα νερά
τους καρπούς – δεν ήρθα.
Κυκλοφορούσα μέσα στους ήχους σας –
   τόσους αιώνες.
Ανέμιζα μαύρα λάβαρα στις αρτηρίες των δρόμων
με την καρδιά μου καρφωμένη στο φοβερό πάσσαλο
   σας καλούσα –
Δεν ήρθα να καταργήσω τον νόμο.

Ανεβαίνω εδώ σ’ αυτή την αγχόνη –
   αυτή στη στιγμή
σας δίνω το σχήμα σας – σας καλώ.
Δεν ήρθα σαν ξένος – δεν ήρθα.

Είμαι ο άνεμος η βροχή τα έρημα δάση
είμαι ο καταρράχτης το νερό το πουλί
αυτή η πόλη και η άλλη –
είμαι ο δρόμος η αυγή το τελευταίο λιμάνι
η καρδιά μου
το πρόσωπό μου και το δικό σας
είμαι εδώ και αλλού και παντού
μέσα στ’ αγέρι – μέσα στις παλιές ημερομηνίες
μέσα στα πλοία – στους ήχους – στους αγρούς
στα εργοστάσια είμαι – στις σκοτεινές αίθουσες
στ’ άδεια δωμάτια – στους εραστές – στα ερείπια
στις καμπάνες
μόνος μόνος μόνος
απ’ την αρχή μέχρι το τέλος του κόσμου.

Και τώρα εδώ πάνω σ’ αυτό το οροπέδιο σας καλώ
τώρα που θα βυθίσω το μαχαίρι στο στήθος
να σας δώσω το αίμα μου –
άνθη τεράστιες πόρτες ουρανοί τρέμουν κυλάνε
μπροστά στα πόδια σας στα όνειρά σας στο ψωμί
κρότοι καταστροφή και νέα αυγή κατεβαίνει.

Ο άνεμός μου κάθε νύχτα με παγώνει.

VI

Περιφέρουν οι λαοί στη ρίζα μου την καρδιά μου.
Οι δρόμοι ανοίγουν πληγές κρότους ποτάμια
ανάβουν φωτιές στα σπίτια – στα στρατόπεδα
   ανάβουνε φώτα.

Οι λύκοι ουρλιάζουν εκείνες τις νύχτες.
Ανεβαίνουν τους βράχους –βγάζουν αφρούς–
μπήγουν τα νύχια στα μάτια –
κανείς δεν τους βλέπει – κανείς. Η σιωπή
   παγώνει στα δένδρα.

Αφίνω τότε την έρημο –αφίνω τα άνθη– αφίνω
αφίνω τους αγρούς τη γιορτή τις καμπάνες
αφίνω τη νύχτα μου – το βαθύ μου ποτάμι
ο σκοτεινός ωκεανός δεν κρατάει το κορμί μου
τύμπανα παίζω στα δάση
τύμπανα στα κρυφά μονοπάτια
κατεβαίνω σκάλες γυρτές πλάγιες κατεβαίνω
κάτω βαθιά στη ρίζα μου
κάτω βαθιά στην καρδιά μου –
νάμε Ιησού Κρίσνα Μωυσή
εγώ ο ταπεινός δούλος σας ανάμεσα στο λαό μου
υψώνω το λάβαρο – το δρόμο υψώνω
υψώνω τα εργοστάσια τα δένδρα τις καρδιές
μοιράζω σημαίες φλόγες ωκεανούς
κατεβαίνω από τα όρη – τους βράχους
ανεβαίνω από το σκοτεινό βάθος της θάλασσας
έτσι φωτεινός ωραίος αγνός – σαν αέρας

Τώρα ο θόρυβος συνέχει τους κορμούς.
Οι εικόνες παίρνουνε σχήμα και χρώμα –
πίδακες στις φλέβες της γης για καρποί
ταράζουν τα νερά πουλιά στους βράχους.

Εγώ πήρα πια το ραβδί – σας αφίνω.
Χαϊδεύω τη χλόη στους δρόμους – ακούω τα πουλιά
   τη σιωπή
χαϊδεύω τα άνθη τούς αγρούς τη βροχή
βλέπω το πρόσωπό μου στο δικό σας ποτάμι.

Η σκηνή με περιμένει.

VII

Τα οράματά μου γυάλινοι θόλοι υγροί –
σφαίρες διάφανες γαλάζιες
τα οράματά μου λαοί –σιδερένιες λαβές–
   σκοτεινή άβυσσος
πλήθος εικόνες μάχονται – βγαίνουν στην επιφάνεια
με στηρίζουν με μαύρους πασσάλους
τα τείχη συντρίβονται στο πρόσωπό μου
τα σχήματα αλλάζουν –πώς να κρατηθώ; -
νάμε βαθιά στο βράχο σαν πληγή
μάχομαι μάχομαι αυτό το Μέγα.

Το στερεό διαλύεται – τα γαμψά σχήματα πείθουν
το στερεό φεύγει τετράγωνο λυώνει
κ’ εγώ μ’ όλο το βάρος αδιάφορος προχωρώ
στη νέα στη νέα εποχή μου –
προχωρώ πάνω στο βράχο στο σκοτεινό οροπέδιο
προχωρώ σαν άνεμος κραυγή –
Γίνηκα σπόρος.
Άνεμος νερό φωτιά μέσα στο φύτρο πιο μικρό
δύναμη δύναμη βαθιά τα μόρια του κόσμου
υψώνει τους πίδακες – κροτούν οι ανεμώνες
κροτούν οι φλέβες – οι υπόγειοι ποταμοί
ανάβουν πολυέλαιοι στην έρημο
τα ζώα κροτούν πάνω στο τύμπανό μου
επιστρατεύονται κεραυνοί λάμψεις ζωή
ανεμίζουν τα άστρα – τρέμουν οι ουρανοί
γυρίζουν οι σφαίρες – γυρίζουν
κι εγώ πάντα στο οροπέδιο
κοιτάζω κοιτάζω κοιτάζω
βγάζω τον αυλό τις χορδές τις κιθάρες
και τραγουδάω.



Από το βιβλίο: Μιχάλης Κατσαρός, «Μεσολόγγι. Οροπέδιο», Εκδόσεις Κείμενα, Αθήνα 1972, σελ. 23-42.

Monday, July 22, 2013

LEOPOLDO MARECHAL (1900-1970)




DESCUBRIMIENTO DE LA PATRIA


1

Dije yo en la ciudad de la Yegua Tordilla:
“La Patria es un dolor que aún no tiene bautismo”.
Los apisonadores de adoquines
me clavaron sus ojos de ultramar;
y luego devoraron su pan y su cebolla
y en seguida volvieron al ritmo del pisón.


2

¿Con que derecho definía yo la Patria,
bajo un cielo en pañales
y un sol que todavía no ha entrado en la leyenda?
Los apisonadores de adoquines
escupieron la palma de sus manos:
en sus ojos de allende se borraba una costa
y en sus pies forasteros ya moría una danza.
“Ellos vienen del mar y no escuchan”, me dije.
“Llegan como el otoño: repletos de semilla,
vestidos de hoja muerta.”
Yo venía del sur en caballos e idilios:
“La Patria es un dolor que aun no sabe su nombre”.


3

Una lanza española y un cordaje francés
riman este poema de mi sangre:
yo también soy un hijo del otoño,
que llegó del oriente sobre la tez del agua.
¿Qué harían en el Sur y en su empresa de toros
un cordaje perdido y una lanza en destierro?
Con la virtud erecta de la lanza
yo aprendí a gobernar los rebaños furiosos;
con el desvelo puro del cordaje
yo descubrí la Patria y su inocencia.


4

La Patria era una niña de voz y pies desnudos.
Yo la vi talonear los caballos frisones
en tiempo de labranza;
o dirigir los carros graciosos del estío,
con las piernas al sol y el idioma en el aire.
(Los hombres de mi estirpe no la vieron:
sus ojos de aritmética buscaban
el tamaño y el peso de la fruta.)


5

La Patria era un retozo de niñez
en el Sur aventado, en la llanura
tamborileante de ganaderías.
Yo la vi junto al fuego de las yerras:
¡estampaba su risa en los novillos!
O junto al universo de los esquiladores,
cosechando el vellón en las ovejas
y la copla en las dulces guitarras de setiembre.
(No la vieron los hombres de mi clan:
sus ojos verticales se perdían
en las cotizaciones del Mercado de Lanas.)


6

Yo vi la Patria en el amanecer
que abrían los reseros con la llave
mugiente de las tropas.
La vi en el mediodía tostado como un pan,
entre los domadores que soltaban y ataban
el nudo de la furia en sus potrillos.
La vi junto a los pozos del agua o del amor,
¡niña, y trazando el orbe de sus juegos!
Y la vi en el regazo de las noches australes,
dormida y con los pechos no brotados aún.


7

Por eso desbordé yo mi copa de tierra
y un cachorro del viento pareció mi lenguaje.
Por eso no he logrado todavía
sacarme de los hombros este collar de frutas,
ni poner en olvido aquel piafante
cinturón de caballos
ni esta delicia en armas que recogí en Maipú.


8

Guardosos de semilla,
vestidos de hoja muerta,
los hombres de mi clan ignoraron la Patria.
Con el temblor sin sueño del cordaje
la descubrí yo solo allá en Maipú.
Y de pronto, en el mismo corazón de mi júbilo,
sentí yo la piedad que se alarmaba
y el miedo que nacía.
“La Patria es un temor que ha despertado”,
me dije yo en el Sur y en su empresa de toros.
“Niña y pintando el orbe de su infancia,
en su mano derecha reposa la del ángel
y en su izquierda la mano tentadora del viento.”
El temor de la Patria y su niñez
me atravesó encostado (la cicatriz me dura).


9

Tal fue la enunciación, el derecho y la pena
que traje a la Ciudad de la Yegua Tordilla.
Y así les hablé yo a los inventores
de la ciudad plantada junto al Río,
y a sus ensimismados arquitectos,
o a sus frutales hombres de negocio:
“La Patria es un dolor en el umbral,
un pimpollo terrible y un miedo que nos busca.
No dormirán los ojos que la miren,
no dormirán ya ell sueño de los bueyes.”
(Los apisonadores de adoquines
masticaban su pan y su cebolla.)


10

Y así les hablé yo a los albañiles:
“La Patria es un peligro que florece.
Niña y tentada por su hermoso viento,
necesario es vestirla con metales de guerra
y calzarla de acero para el baile
del laurel y la muerte”.
(Los albañiles, desde sus andamios
hacían descender cautelosas plomadas.)


11

Y dije todavía en la Ciudad,
bajo el caliente sol de los herreros:
“No solo hay que forjar el riñón de la Patria,
sus costillas de barro, su frente de hormigón:
es de urgencia poblar su costado de Arriba,
soplarle en la nariz el ciclón de los dioses.
La Patria debe ser una provincia
de la tierra y del cielo.”


12

Me clavaron sus ojos en ausencia
los amontonadores de ladrillos.
Los abismados hombres de negocio
medían en pulgadas la madera del norte.
Nadie oyó mis palabras, y era justo:
yo venía del Sur en caballos y églogas.


13

Y descubrí en mi alma: “Todavía no es tiempo:
no es el año ni el siglo ni la edad.
La niñez de la Patria jugará todavía
más allá de tu muerte y la de todos
los herreros que truenan junto al río.”


14

La Patria no ha de ser para nosotros
una madre de pechos reventones;
ni tampoco una hermana paralela en el tiempo
de la flor y la fruta;
ni siquiera una novia que nos pide la sangre
de un clavel o una herida.


15

Yo la vi talonear los caballos australes,
niña y pintando el orbe de sus juegos.
La Patria no ha de ser para nosotros
nada más que una hija y un miedo inevitable,
y un dolor que se lleva en el costado
sin palabra ni grito.


16

Por eso, nunca más hablaré de la
Patria.

Saturday, July 13, 2013

EUGENIO MONTALE (1896-1981)




MEDITERRANEO

I

A vortice s’abbatte
sul mio capo reclinato
un suono d’agri lazzi.
Scotta la terra percorsa
da sghembe ombre di pinastri,
e al mare là in fondo fa velo
più che i rami, allo sguardo, l’afa che a tratti erompe
dal suolo che si avvena.
Quando più sordo o meno il ribollio dell’acque
che s’ingorgano
accanto a lunghe secche mi raggiunge:
o è un bombo talvolta ed un ripiovere
di schiume sulle rocce.
Come rialzo il viso, ecco cessare
i ragli sul mio capo; e via scoccare
verso le strepeanti acque,
frecciate biancazzurre, due ghiandaie.


II

Antico (mare), sono ubriacato dalla voce
ch'esce dalle tue bocche quando si schiudono
come verdi campane e si ributtano
indietro e si disciolgono.
La casa delle mie estati lontane,
t'era accanto, lo sai,
là nel paese dove il sole cuoce
e annuvolano l'aria le zanzare.
Come allora oggi in tua presenza impietro,
mare, ma non piú degno
mi credo del solenne ammonimento
del tuo respiro. Tu m'hai detto primo
che il piccino fermento
del mio cuore non era che un momento
del tuo; che mi era in fondo
la tua legge rischiosa: esser vasto e diverso
e insieme fisso:
e svuotarmi cosí d'ogni lordura
come tu fai che sbatti sulle sponde
tra sugheri alghe asterie
le inutili macerie del tuo abisso.


III

Scendendo qualche volta Back
gli aridi greppi
ormai divisi dall'umoroso
Autunno che li gonfiava,
non m'era più in cuore la ruota
delle stagioni e il gocciare
del tempo inesorabile;
ma bene il presentimento
di te m'empiva l'anima,
sorpreso nell'ansimare
dell'aria, prima immota,
sulle rocce che orlavano il cammino.
Or, m'avvisavo, la pietra
voleva strapparsi, protesa
a un invisibile abbraccio;
la dura materia sentiva
il prossimo gorgo, e pulsava;
e i ciuffi delle avide canne
dicevano all'acque nascoste,
scrollando, un assentimento.
Tu vastità riscattavi
anche il patire dei sassi:
pel tuo tripudio era giusta
l'immobilità dei finiti.
Chinavo tra le petraie,
giungevano buffi salmastri
al cuore; era la tesa
del mare,un giuoco di anella.
Con questa gioia precipita
dal chiuso vallotto alla spiaggia
la spersa pavoncella.


IV

Ho sostato talvolta nelle grotte
che t'assecondano, vaste
o anguste, ombrose e amare.
Guardati dal fondo gli sbocchi
segnavano architetture
possenti campite di cielo.
Sorgevano dal tuo petto
rombante aerei templi,
guglie scoccanti luci:
una città di vetro dentro l'azzurro netto
via via si discopriva da ogni caduco velo
e il suo rombo non era che un susurro.
Nasceva dal fiotto la patria sognata.
Dal subbuglio emergeva l'evidenza.
L'esiliato rientrava nel paese incorrotto.
Così, padre, dal tuo disfrenamento
si afferma, chi ti guardi, una legge severa.
Ed è vano sfuggirla: mi condanna
s'io lo tento anche un ciottolo
róso sul mio cammino,
impietrato soffrire senza nome,
o l'informe rottame
che gittò fuor del corso la fiumara
del vivere in un fitto di ramure e di strame.
Nel destino che si prepara
c'è forse per me sosta,
niun'altra minaccia.
Questo ripete il flutto in sua furia incomposta,
e questo ridice il filo della bonaccia.


V

Giunge a volte, repente,
un'ora che il tuo cuore disumano
ci spaura e dal nostro si divide.
Dalla mia la tua musica sconcorda,
allora, ed è nemico ogni tuo moto.
In me ripiego, vuoto
di forze, la tua voce pare sorda.
M'affisso nel pietrisco
che verso te digrada
fino alla ripa acclive che ti sovrasta,
franosa, gialla, solcata
da strosce d'acqua piovana.
Mia vita è questo secco pendio,
mezzo non fine, strada aperta a sbocchi
di rigagnoli, lento franamento.
È dessa, ancora, questa pianta
che nasce dalla devastazione
e in faccia ha i colpi del mare ed è sospesa
fra erratiche forze di venti.
Questo pezzo di suolo non erbato
s'è spaccato perché nascesse una margherita.
In lei tìtubo al mare che mi offende,
manca ancora il silenzio nella mia vita.
Guardo la terra che scintilla,
l'aria è tanto serena che s'oscura.
E questa che in me cresce
è forse la rancura
che ogni figliuolo, mare, ha per il padre.


VI


Noi non sappiamo quale sortiremo
domani, oscuro o lieto;
forse il nostro cammino
a non tócche radure ci addurrà
dove mormori eterna l'acqua di giovinezza;
o sarà forse un discendere
fino al vallo estremo,
nel buio, perso il ricordo del mattino.
Ancora terre straniere
forse ci accoglieranno: smarriremo
la memoria del sole, dalla mente
ci cadrà il tintinnare delle rime.
Oh la favola onde s'esprime
la nostra vita, repente
si cangerà nella cupa storia che non si racconta!
Pur di una cosa ci affidi,
padre, e questa è: che un poco del tuo dono
sia passato per sempre nelle sillabe
che rechiamo con noi, api ronzanti.
Lontani andremo e serberemo un'eco
della tua voce, come si ricorda
del sole l'erba grigia
nelle corti scurite, tra le case.
E un giorno queste parole senza rumore
che teco educammo nutrite
di stanchezze e di silenzi,
parranno a un fraterno cuore
sapide di sale greco.


VII

Avrei voluto sentirmi scabro ed essenziale
siccome i ciottoli che tu volvi,
mangiati dalla salsedine;
scheggia fuori del tempo, testimone
di una volontà fredda che non passa.
Altro fui: uomo intento che riguarda
in sé, in altrui, il bollore
della vita fugace - uomo che tarda
all'atto, che nessuno, poi, distrugge.
Volli cercare il male
che tarla il mondo, la piccola stortura
d'una leva che arresta
l'ordegno universale; e tutti vidi
gli eventi del minuto
come pronti a disgiungersi in un crollo.
Seguìto il solco d'un sentiero m'ebbi
l'opposto in cuore, col suo invito; e forse
m'occorreva il coltello che recide,
la mente che decide e si determina.
Altri libri occorrevano
a me, non la tua pagina rombante.
Ma nulla so rimpiangere: tu sciogli
ancora i groppi interni col tuo canto.
Il tuo delirio sale agli astri ormai.


VIII

Potessi almeno costringere
in questo mio ritmo stento
qualche poco del tuo vaneggiamento;
dato mi fosse accordare
alle tue voci il mio balbo parlare: -
io che sognava rapirti
le salmastre parole
in cui natura ed arte si confondono,
per gridar meglio la mia malinconia
di fanciullo invecchiato che non doveva pensare.
Ed invece non ho che le lettere fruste
dei dizionari, e l'oscura
voce che amore detta s'affioca,
si fa lamentosa letteratura.
Non ho che queste parole
che come donne pubblicate
s'offrono a chi le richiede;
non ho che queste frasi stancate
che potranno rubarmi anche domani
gli studenti canaglie in versi veri.
Ed il tuo rombo cresce, e si dilata
azzurra l'ombra nuova.
M'abbandonano a prova i miei pensieri.
Sensi non ho; né senso. Non ho limite.


IX

Dissipa tu se lo vuoi
questa debole vita che si lagna,
come la spugna il frego
effimero di una lavagna.
M'attendo di ritornare nel tuo circolo,
s'adempia lo sbandato mio passare.
La mia venuta era testimonianza
di un ordine che in viaggio mi scordai,
giurano fede queste mie parole
a un evento impossibile, e lo ignorano.
Ma sempre che traudii
la tua dolce risacca su le prode
sbigottimento mi prese
quale d'uno scemato di memoria
quando si risovviene del suo paese.
Presa la mia lezione
più che dalla tua gloria
aperta, dall'ansare
che quasi non dà suono
di qualche tuo meriggio desolato,
a te mi rendo in umiltà. Non sono
che favilla d'un tirso. Bene lo so: bruciare,
questo, non altro, è il mio significato.